Tuesday 7 December 2010

Las plantas y las nubes en el cambio climático.

Al igual que con la evolución, hay gente que utiliza la (perenne) existencia de huecos en nuestro entendimiento del cambio climático para tratar de minar su aceptación. Sí, los modelos climáticos tienen fallas, omisiones e incertidumbres al igual que todo el resto de nuestro conocimiento científico (para eso existen las barras de error). Pero nunca hay que olvidarse que esas incertidumbres pueden significar tanto que los modelos sobreestiman el calentamiento como que lo subestiman. O también puede significar ambas cosas.

Uno de los grandes interrogantes en la climatología es el efecto de las nubes. Por un lado, funcionan como una frazada, atrapando el calor que irradia la superficie a la noche e impidiendo que se disipe hacia el espacio; pero por el otro, como bien lo notó Heidi las nubes son blancas, por lo que durante el día actúan como un gran espejo, reflejando la radiación solar. Dependiendo de cómo interactúan ambos procesos, el efecto neto de un aumento en la nubosidad (al aumentar la temperatura de los océanos, aumenta la humedad) es poco conocido.

Un segundo interrogante, del que me entero al leer este artículo, es el efecto de las plantas. Al aumentar la humedad y las concentraciones atmosféricas de CO2, las plantas pueden fotosintetizar más eficientemente y crecen más aumentando, de esa manera, el enfriamiento por evotranspiración. A su vez, al aumentar la temperatura, áreas de tundra previamente cubiertas de hielo (blanco) podrían ser reemplazadas por pastizales y otras vegetaciones obscureciendo la superficie y reflejando menos radiación solar.

Dos trabajos recientes investigan estos problemas. Lauret et al (2010) usó 16 modelos climáticos globales y uno regional (iRAM) para simular la cobertura de nubes en las zonas tropicales y subtropicales del Pacífico Este. Al comparar los resultados con las mediciones satelitales concluyeron que el modelo iRAM era el que mejor se ajustaba a los datos. Si el iRAM puede simular correctamente las condiciones actuales, entonces es razonable suponer que será fiable para simular las condiciones futuras. En palabras de los autores:

Todos los casos de calentamiento global simulados con iRAM muestran una reducción notable en la cantidad de nubes de baja altura, particularmente estratocúmulos, resultando en una retroalimentación positiva local (…)

Esta no es la última palabra en el efecto de las nubes, por supuesto, pero no es el único paper que llega a conclusiones similares. Por ejemplo, un estudio de varias décadas de registros marítimos concluyó que “Este análisis observacional indica que las nubes actúan como un feedback positivo en esta región en escalas temporales medidas en décadas”.

En cuanto al efecto de las plantas, la NASA utilizó un nuevo modelo climático en el que toma en cuenta la regulación negativa. Un proceso en el cual las plantas realizan su fotosíntesis con más eficiencia y requieren menor cantidad de agua para crecer y pueden tener hojas más grandes. Los intentos de simular el efecto de la vegetación no tuvieron en cuenta este mecanismo y no mostraban prácticamente nada de retroalimentación negativa. Pero este nuevo modelo encontró que las plantas enfriarían el planeta en 0,3 ºC. Esto es claramente inadecuado para contrarrestar el calentamiento proyectado de entre 2 y 4,5 ºC pero sirve para extender nuestro conocimiento.

Conclusión.

Estos últimos trabajos son un vívido recordatorio de que la incertidumbre cuenta tanto para abajo como para arriba. A esta altura de las investigaciones estamos hilando fino y nada de esto contradice nuestro conocimiento básico del proceso actual de cambio climático, ni la realidad de su existencia ni la responsabilidad humana.